Page 104 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Cosecha literaria
Victoriano Huerta envió soldados a
vigilar la tumba de Francisco I. Madero,
el domingo de resurrección de 1913.
En estos días de asueto decembrino, tuve oportunidad de cucarachear
en librerías de todas clases, formas y colores; como resultado, en una de
ellas me encontré con un librito de bolsillo de esos que recopilan múltiples
datos en sus 253 pequeñas páginas; su título es sugestivo: Todo lo que siempre
quiso saber sobre los presidentes de México.
Su compilador se tomó la molestia de rescatar, no solamente los nombres,
periodos cronológicos de su estancia en el poder, sino, además, los sucesos
más sobresalientes de sus periodos gubernamentales.
Otra aportación de su autor Gustavo Vázquez Lozano, son las frases
célebres de muchos de estos personajes, generalmente chuscas, otras
simplemente absurdas, así como uno que otro chismecillo político, como
el que afirma que el Gral. Lázaro Cárdenas nunca terminó la primaria, o
el que nos cuenta que don Álvaro Obregón sacó su pistola para suicidarse
cuando en el campo de batalla, una bala de cañón le arrancó la mano. No
logró su objetivo porque ese día a su ayudante se le olvidó cargar su arma.
Otros más recientes, comentan que el presidente Miguel Alemán decía,
a quien quisiera oírle: “Yo quiero que todos los mexicanos tengan un
Cadillac, un puro y un boleto para los toros”.
O el que se le atribuye a Maximiliano de Habsburgo, que dice: “Los
libros son el alimento del alma. Por eso con ellos se pueden producir
indigestiones morales”.
Sin embargo, encontré a dos presidentes que tuvieron algo que ver con dos
periodos de nuestra propia historia de Yucatán.
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