Page 70 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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de la comunidad entera pues. Por lo tanto, ¿qué se espera para solucionar
su ubicación en algún lugar de la ciudad, donde, tanto los que ofertan
como los que requieren de sus servicios sexuales puedan sentirse seguros,
contando con la vigilancia requerida (cuidando que ésta no degenerará en
explotación por parte de los propios vigilantes) e igualmente de un control
médico apropiado para los obreros del sexo, para su beneficio y el de los
usuarios.
La nota del periódico aludida al principio de esta reflexión que comparto
con ustedes, se refería a la manera en que las autoridades de Zúrich, Suiza,
para controlar precisamente el fenómeno que nos ocupa, en su propia
ciudad, eligieron un lugar apartado, en la periferia y construyeron una
serie de edificaciones en forma de garajes, a las que han denominado
curiosamente “sexbox”, o cajas de sexo, donde los clientes sólo podrán
acceder llegando en coche y de forma individual. El horario señalado es
de las siete de la noche, a las cinco de la mañana. La nota no dice más,
pero seguramente habrá vigilancia policiaca y control médico emergente,
porque en otras ciudades de Europa se sabe que así proceden.
Precisamente por estas características vino a mi memoria la zona de
tolerancia de que se hablaba cuando estaba estudiando aún mi secundaria
(1951-1954).
Por referencias, se ubicaba en dos áreas cercanas al cementerio general y
lo que ahora conocemos como El Panteón Florido; en la calle 66 Sur la
mayor parte, donde se habían construido una serie de cuartos de tamaño
reducido, unos al lado de otros, que servían perfectamente para el caso
y en los cuales la tarifa para los clientes era igualmente reducida. Más
cerca del cementerio general, se decía que existían algunos prostíbulos de
lujo, con mujeres muy bellas, algunas de ellas extranjeras, o de algún otro
estado de la República. Por supuesto, los clientes de estos lugares no eran
los mismos que frecuentaban los anteriores.
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