Page 24 - Colección Rosita
P. 24
—¡Aprendió a nadar!, contestó Medias, parado en dos patas. Era su
forma de demostrar su alegría y satisfacción.
Desde ese día, toda la familia admiró y respetó más a Irene, la veían
como una gansa dispuesta a lograr sus propósitos. Les dio una lección de
perseverancia y empeño.
Un día, se levantaron de prisa, asombrados de ver tanta gente con su
humana, la veían reír y hablar con sus iguales, no entendían nada, pero
con su mano, los señalaba cariñosamente.
Las personas estuvieron manipulando algunas cosas y levantando mucho
polvo. Duró varios días así, era imposible respirar, no podían impedir que
el polvo entrara por sus fosas nasales. Hula y Hela, permanecían con una
cortina, protegiéndose, pero todos ellos, incluido Virgilio (porque la mayoría
de las veces se escabullía por las azoteas), andaban sucios. Se divertían
jugando en las enormes montañas de tierra. ¡Ahí se podían revolcar a todo
dar los cachorros, a pesar de los reclamos de Irene!
—¡Cuidado, se van a ensuciar!, ¡tengan cuidado, se pueden lastimar!, se
imponía su instinto maternal.
Su humana los subió a todos en uno de esos animales enormes del run,
run, ni Virgilio se escapó, ¡todos se sentían felices! No sabían a dónde iban,
era algo nuevo para ellos.
Estuvieron dando vueltas y vueltas, veían otros animales con humanos
dentro y escuchaban: run, run, run, el ruido constante de los enormes
animales, ¡era muy fuerte!
También vieron a algunas personas cruzando la calle. Irene y todos los
demás, se entretenían admirando el paisaje ante sus ojos.
Cuando menos lo esperaron, apareció ante ellos, ¡el río! Medías y ella lo
conocían bien, ¡su corazón palpitó, acelerado, quería salir de su pecho por
la emoción!
22

