Page 27 - Colección Rosita
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dormidos salía? Todos se angustiarían. No, ese no era un buen plan. No
            podía arriesgar a su familia.


            Irene se sentía desesperada, añoraba entrar al agua, ¡sabía nadar!, pero,
            ¿cómo hacerlo? No se podía resignar, su humana los había llevado en otras
            ocasiones al río, no era suficiente, necesitaba más.


            Vivía a  punto  del  colapso nervioso, toda  la  noche  se la  pasó en  vela,
            pensando cómo hacerle para gozar de las aguas frescas del río. Se levantó
            temprano, Hula y Hela trinando a más no poder, inundan con su gozoso
            canto el ambiente.


            Por la mañana todos se empezaron a levantar, salieron de su  lugar de
            descanso, se espabilaron, disfrutando el calor de los primeros rayos del sol,
            cuando de pronto, escucharon algo conocido, ¡el ruido del agua al moverse!


            ¡No lo podían creer! ¡Ahí, en su propia casa, tenían un enorme lago! Su
            humana salió sonriendo, derrochando amor y alegría. Los incitó a entrar
            al agua.

            Los cachorros brincaban por todas partes, ladrando alborozados. Irene
            nadaba plácidamente, de un lado a otro. Virgilio no los perdía de vista,
            complacido, desde la azotea, Hula y Hela, dejaban escapar sus trinos con
            alegría renovada.


            ¡Irene era la más dichosa de las gansas!, comprobaba que con empeño y
            buena actitud era capaz de lograr todo. Con esa humana y su gran familia,
            ¡se sentía plena de felicidad!


















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