Page 38 - Colección Rosita
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—¡Busca a mi esposo!, debe andar por ahí, se llama Eli, dijo la colorada,
sudorosa.
¡Salí corriendo, empecé a rebuznar lo más fuerte que mi garganta permitía!
—¡Eli, Eli!, tu esposa está a punto de parir a tu hijo, repórtate de
inmediato! —¡Eli, Eli!, continué rebuznando, con angustia.
A lo lejos, recibí la respuesta y me llené de alegría y tranquilidad.
—¡Ya voy, no estoy tan lejos!, contestó el orgulloso padre.
En efecto, a los pocos minutos, apareció el gallardo tordillo, se precipitó a
la cortina de agua, a prestar ayuda a su esposa.
¡No sabía qué hacer!, ¿debía irme?, ¿o era mejor esperar? Decidí quedarme,
tal vez pudieran necesitar algo.
Un rato después, escuché un relinchido chillón ¡El potrillo había nacido!
Entré a felicitar a la feliz pareja y a conocer al pequeño.
—¡Gracias amigo! Si no fuera por ti, mi esposa no habría obtenido mi
ayuda y apoyo.
Me alejé complacido de mis caballamigos, ya faltaba poco para llegar a
Burrolandia, debía hacerlo antes del anochecer.
Llegué a Burrolandia, atisbé por la rejilla. Contemplé un lugar acogedor,
limpio, ordenado, con un ambiente de paz y tranquilidad. A lo lejos, vi a
la burrita que un día perseguí. ¿Cómo fue a dar ahí?, no lo sé, pero, ¡era
muy bella!
Decidí entrar. De inmediato, vinieron a mi encuentro un grupo de tres
personas, acariciaron mi lomo y me dijeron:
—¡Bienvenido! ¿Cómo llegaste hasta aquí? Bueno, no importa, debes estar
cansado y hambriento, ven, ya te presentaremos a tus compañeros.
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