Page 39 - Colección Rosita
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Comí, bebí y descansé, pero me sentía intranquilo, quería hablar con mi
burrita, saber qué hacía en ese lugar. No resistí, salí con timidez del corral
designado y la busqué con la mirada.
La encontré, me acerqué y con voz que parecía un susurro le pregunté:
—¿Qué haces aquí?, ¿quién te trajo?, entrecerré los ojos, agaché las
orejas, disponiéndome a escuchar sus desplantes.
—¡Hola! Soy Zuzú, contestó rebuznando, cantarina —aquí vivo, éste
es mi hogar, aquí nací, ¡creo!, no recuerdo si alguien me trajo, y tú,
¿por qué estás aquí?
La miré con extrañeza, su forma de contestarme no se parecía en nada a
la burrita despectiva que conocí.
—¿De verdad no me conoces?, pregunté, intrigado.
—No, nunca te había visto, pero no importa, ¡seremos los mejores
amigos, ya lo verás! Ven, vamos a que conozcas a los demás. Pronto
tendremos la feria, y vendrán equipos de otros lugares, haremos
competencias y nos divertiremos muchísimo, ¿eres bueno para algo?
—Para nada, creo no soy bueno para nada, mi dueño ya no me quiso,
contesté con pesimismo.
—Todos tenemos algún talento, ya tendrás oportunidad de descubrir el
tuyo, me miró, con dulzura.
Recorrimos todo el lugar, disfrutando nuestra cercanía, percibí su
aceptación, se acercó para aconsejarme y decirme algún chismecillo de la
comunidad de Burrolandia.
—Somos 30, nos la llevamos muy bien, tenemos buen trabajo en equipo,
nuestros dueños y cuidadores nos tratan de la mejor manera, aunque
algunos tenemos nuestras manías: a Bebo, no le gusta bañarse todos
los días; a Cucú, le encanta salir a correr antes de comer, si no lo hace,
no come; Rina, es muy presumida, siempre se trenza el pelo, si no,
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