Page 47 - Colección Rosita
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Se trenzaron en una lucha sin igual, ¡parecían pájaros, volando por los
            aires en posición de ataque!


            Máximus se defendía con uñas y dientes, pero no logró evitar que El Negro
            arrancara buena parte de su blanco pelaje.

            El Negro se paró en sus dos patas, triunfante, maullando a la luna, para
            festejar su victoria.


               —Con esta paliza aprenderás a respetarme, dijo El Negro, dando una
                  última patada al maltrecho Máximus, —¡vámonos!


            Tito,  Romeo,  Coco,  Félix,  Zeus  y  Silvestre,  caminaron  detrás  de  El
            Negro, le tenían miedo, ¡no querían ser golpeados y quedar heridos como
            Máximus! ¡El Negro era tan fuerte!


            A Máximus le dolió ver a lo lejos la silueta de Loreta, ¡debe creer que soy
            un cobarde!, pensó.


            Otra vez regresó a su hogar, derrotado, tenía una patita lastimada y sus
            esponjitas enrojecidas. Esperó a ser curado por su humana, con infinito
            amor y paciencia,  luego lo  riñó, para al final, tomarlo en sus  brazos  y
            dejarlo descansar, para recuperar energías.


               —¡Necesitas tener cuidado Máximus!, lo riñó Vegetta, con los ojazos
                  verdes acuosos, —ya perdí a Míster, no quiero perderte también a ti.


            Se vio obligado a guardar reposo, por casi una semana completa.


               —¿Tienes dolor?, preguntó su hermana. —Tómate una pastillita, para
                  que no te duela tanto.


            ¿Notaba alguna burla en la hermosa carita de su hermana?







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