Page 53 - Colección Rosita
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Se lanzaron a la basura, encontrando cada quien una buena ración, que
            provocaba un delicioso sabor en su hociquito.


            Disfrutaron, compartieron, bailaron y cantaron casi hasta el amanecer.


               —Es hora de irnos, maulló con complicidad Coco, quien al final, no
                  ayudó en nada a Félix, —los novios deben estar ansiosos de festejar.


            En un momento desaparecieron, entre las sombras, con sigilo. Los gatos
            sabían muy bien cuándo marcharse.


            Máximus y Loreta subieron a la azotea, caminaron rozando con amor sus
            pelajes y al amparo de la luna, se juraron amor eterno.


            La felicidad embargó sus corazoncitos, lo único malo era que cada uno
            debía volver con sus respectivas humanas, pero era parte de la vida de un
            gato. ¡Siempre encontrarían la forma de estar juntos! El sol los encontró
            adormilados, les sonrió, calentando sus cuerpos y se fueron a sus respectivos
            hogares, felices.


            Vegetta notó a su hermano más inquieto de lo acostumbrado.

               —¿Qué hiciste anoche?, ¡te veo tan extraño!, maulló intrigada —ya has
                  salido dos veces este día, casi no has dormido.


               —¿Me  prometes  guardar  el  secreto?,  maulló,  sin poder  evitar  una
                  sonrisa pícara, —¡anoche me casé con la gatita de la casa del árbol
                  enorme!


               —Pero, ¿cómo?, maulló escandalizada, tú eres un vago, siempre andas
                  en las azoteas, ¿le quieres causar dolor a esa gatita?


               —¡Nooo, por eso ando inquieto!, exclamó, desesperado. —Loreta va
                  a tener mis gatitos, no quiero dejarlos sin padre y tampoco ponerlos
                  en peligro.




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