Page 55 - Colección Rosita
P. 55

—¡Pero miren a quién tenemos aquí!, maulló, lanzando gruñidos feroces
                  El Negro, —tuviste una fiesta y no me invitaste, ¿verdad? Y todos
                  estos traidores te acompañaron, ¡hasta te hicieron una ceremonia y
                  una orquesta!, ¡vaya, vaya!


               —¡Las cosas no son como tú crees!, maulló Máximus, con una mueca,
                  pretendiendo sonreír, —todo fue improvisado, ¿verdad chicos?


            Todos los de la banda agacharon la cabeza, a Zeus las orejas se le fueron
            hasta el suelo, temblando.


               —¡Ya le explicamos!, maulló Tito, —¡pero no quiere entender! Dice
                  que aquí se cumplen sólo sus órdenes y luego se esponja.

            Estoy frito, pensó Máximus, disponiéndose a la defensa de su integridad.


            Negro se revolvió furioso, se paró en dos patas, dispuesto a atacar.


               —¡Ni lo intentes!, maulló una voz en la oscuridad —¡si lo haces, le diré
                  a papá, para que te castigue y no te deje salir nunca más!

            El Negro se quedó estupefacto, poco a poco se fue haciendo chiquito, con
            los ojos llorosos.


               —¡No, por favor, no te atrevas a decirle nada a papá!, suplicó, en un
                  débil maullido, —¡la última vez que me castigó, no salí en tres meses,
                  no quiero estar encerrado otra vez!


            Los de la banda lo veían asombrados, sin comprender qué pasaba. Máximus
            reconoció la voz, ¿sería posible?


               —Pues  entonces, ¡discúlpate  y retírate!,  —exigió,  con un enérgico
                  maullido Loreta.


            El Negro se fue con la cola entre las patas, humillado, dolido y rumiando
            su coraje.





                                                                                 53
   50   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60