Page 56 - Colección Rosita
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—Sí, soy yo, maulló Loreta, —El Negro es mi hermano adoptivo,
¿algún problema con eso?
—¡Ninguno!, maullaron al unísono los de la banda.
—Me siento muy orgulloso de ti, maulló Máximus enamorado,
ronroneando y dando vueltas alrededor de su amada esposa, —la
actitud lo es todo, ¡ni duda cabe!
El Negro no volvió a molestar, las noches transcurrieron apacibles, de vez
en cuando, disfrutaban de alguna fiesta organizada con los de la banda.
Loreta ya no podía asistir, en los últimos días la notó algo pesada y de mal
genio.
—No te enojes, gordita, maulló Máximus, solícito —mira, te traje
papitas y no vas a querer comer sólo una.
—¡No estoy enojada!, contestó Loreta, irritada, maullando y
ronroneando, dando cansadas vueltas alrededor del árbol, —¡no me
digas gorda!, ¡y bájate de ahí, que me pones nerviosa!
Máximus la observó intrigado, desde la rama del árbol, ¡no entendía a su
gatita y sus cambios de humor!
Un día, su humana lo cargó con un paquete de croquetas en el cuello, lo
tomó en brazos y lo llevó hasta el hogar de Loreta.
¿Me irá a regalar?, pensó, cierto, vivir con Loreta sería fabuloso, pero no
me quiero separar de mi humana.
Una amplia sonrisa iluminó la cara de su humana, cuando entraron al
patio, a un lado del árbol del hogar de su amada esposa. Su carita gatuna se
transformó, derrochando ternura al encontrarse con semejante sorpresa.
¡Loreta, rodeada de cinco hermosos gatitos, se veía lindísima!
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