Page 35 - El Sembrador de esperazas
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La bolsa de canicas
                                     (Más de lo que das)



               Veía a mis compañeros más pudientes poner en una pared,
            monedas de 5, 10 o 20 centavos, mientras otros intentaban tirarlas
            con sus canicas.


            Mi ilusión era poder tener algunas canicas, para jugar con mis
            hermanos más pequeños. En ese entonces, una canica de loza, valía
            10 o 20 centavos, dependiendo de la calidad, y las de barro, 5.

            Mi lógica de niño sin malicia, me decía que debía poner una moneda
            de 20 centavos para ganar más canicas. Por tanto hice el esfuerzo de
            ahorrar cada uno de los 5 centavos que nos daba mi padre cada vez
            que podía.


            Ya casi se terminaba la temporada de ese juego y empezaban los
            niños ricos a traer sus trompos, cuando me hice de esa susodicha
            moneda.


            Ya se imaginarán mi emoción cuando cambié mis cuatro monedas
            por ella. Y la clase se me hizo eterna para que llegara el recreo. Corrí
            para hacer fila y poner mi tesoro en la pared. La puse con emoción,
            no así con inteligencia…, bien paradita. Vi cómo hasta se pelearon
            los más duchos para tirar primero. Había soñado la noche anterior
            que llegaba a casa con muchísimas canicas…, con alegría les conté a
            mis hermanos que quizás ese día soñado, podría ser ese miércoles.

            Vi con mucha tristeza, cómo corrió el muchacho que le tocó primero,
            a recoger mi moneda. El juego había terminado.


            Aventé mi morral con mis libros y sin comer, cogí rápidamente
            mi machete, mi lazo y mi mecapal, para que mis hermanos no me
            preguntaran sobre el resultado del juego.





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