Page 32 - El Sembrador de esperazas
P. 32

La verdad era que no podía ahorrar, porque mi familia pasaba por
            situaciones difíciles y lo poco que ganaba, lo daba con gusto a mi
            madre. La única forma de obtener ese trompo era que tuviera un
            día de mucha bendición. Tenía varios trompos hechos por mí, pero
            como buen chico caprichudo, yo quería ese.


            El siguiente domingo llegó pronto, y sabiendo que el señor me
            volvería a subir el precio, le dije a un amigo que fuera a comprarlo,
            dándole los seis pesos que me había dicho la última vez.


            Le escuché desde lejos cuando le dijo: ese trompo ya está vendido,
            mi amigo, me regresó mi dinero y tan pronto lo tuve, fui a verle…


            Ahí estaba…, le dejé el dinero y tomé el trompo sin decirle nada. Me
            retiré casi corriendo.


            Casi no dormí esa noche mirando mí trompo, lo escondí bien de mis
            hermanos, sabía que siempre revisaban mi morral para ver si en él
            había algún dulce o juguete inventado por mí. Aunque se cuidaban
            mucho, porque mis inventos a veces les causaban travesuras. Logré
            esconder mi trompo por semanas, la intuición de ellos, les hacía
            saber que algo escondía.


            Una tarde que me fui a jugar a Indios y Vaqueros con mis amigos por
            el rumbo de La Chorrera, y por desgracia, encontraron mi tesoro
            escondido en el hueco de la pared de barro de la casa.


            Lo bueno es que llegué a tiempo y se los quité enojado.

            Por todo el barrio se corrió la voz de que tenía el mejor trompo y
            me vi obligado a enseñarlo. Tomé el hilo, lo enredé con maestría y
            lo hice bailar…, llegó otro compañero con su trompo y lo aventó con
            fuerza.







            30
   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37