Page 29 - El Sembrador de esperazas
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hasta la última gota de esa bebida que era lo más sabroso que había
probado en su vida.
—Gustan un taquito, —viendo mi hermano que no había pasado
nada, asintió y saboreamos una deliciosa carnita con sabrosas
tortillas. Acordándonos hasta ese momento de los tecocos que
le llevábamos.
En ese monte donde vivía, tenía de todo. Muchas plantas de plátano,
chiltepín, quelites, plantas de café, verdolagas, árboles frutales y
plantas comestibles.
No debemos decirle a mamá que comimos, si no, no nos va a dejar
volver, —acordamos de buena ley, hasta que hoy lo comento contigo.
Y volvimos muchos sábados, hasta el día que nos dijeron que murió.
Supimos en su velorio, que la carne que ofrecía, a quienes le visitaban
era de rata, he ahí la prohibición de mi progenitora. Sin embargo, era
más lo que se decía de lo que en verdad pasaba. Seguramente algunas
veces sí nos daba carne de rata, pero otras tantas fue de conejos,
ardillas, tuzas, tlacuaches y tejones, que nosotros le ayudábamos a
sacar de las trampas hechas por ella. Aún así, nunca nos pasó nada.
Y sí aprendimos mucho de esa buena mujer, que nos aconsejaba
mientras convivíamos.
—Cuiden, trabajen y compartan.
En los tiempos buenos, siembren y guarden.
Prepárense para su invierno, que los frutos de sus siembras les
permitan hasta el último minuto, vivir en abundancia.
Nunca habrá carestía para un hombre previsor.
Así le oí decir a sus hijos, mientras esa mujer nos invitaba a comer
y a tomar un buen café.
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