Page 33 - El Sembrador de esperazas
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No que era el mejor y el más bonito, mi trompo de ixcuahuil es
            más fuerte, vieron, dijo al retirarse, mientras veía mi trompo en dos
            partes, ya sin bailar en el centro de todas las miradas.

            Puedo comprar varios, dije con un valor que no creí tener. Esa
            noche, un río imparable corrió por mi rostro, hasta que lo secó mi
            cansancio. El domingo era espléndido y realicé más boleadas de lo
            acostumbrado, boleaba como un zombi, sin mirar a nadie de frente,
            para que no me vieran mis ojos hinchados. ¿Le boleo sus zapatos?


            Decía mirando hacia el suelo y buscando con ansias borrar mi
            tristeza, pero al ver mi rostro en los zapatos lustrados, volvía a llorar
            por dentro.


            Vi unos huaraches y sin pensar le dije, —¿se los limpio?


            ¡Sólo que sea por un trompo irrompible!, —me dijo, extendiendo
            sus pies. Los limpié en silencio y me retiré sin levantar la vista y
            sin decir palabras. No porque no quisiera…, la verdad no podía ni
            hablar. Me regresé a mi casa, inmediatamente.


            No me di cuenta hasta el otro viernes, cuando alisté mi cajón de
            bolear…, había un papel de estraza, con un billete de cinco pesos y
            una moneda…, y con un mensaje en letra cursiva…


            Las cosas pueden romperse o perderse, el espíritu de lucha jamás,
            y al seguir acomodando mis cosas encontré un trompo nuevecito…
            También traía un letrero grabado:

            Si pierdes cosas no pierdes nada…, si pierdes la fe y la esperanza, lo
            pierdes todo.


                —¿Y el trompo?, ¿si era irrompible?, —preguntaron los que
                  escuchaban, al contarles la historia del pequeño bolero.







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