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Siete principios para una docencia transformadora
1. Dar espacio al trabajo emocional: comience por sí mismo
Hablar de las emociones sin trabajar las propias es como querer
diseñar un guante sin jamás haber visto una mano, nadie da lo que
no tiene, reza una frase popular, por ende, los primeros que deben
preocuparse por su salud mental y emocional son las y los docentes.
Como se ha analizado a lo largo del texto, el trabajo emocional
tendrá repercusiones en lo personal, familiar, social y sobre todo
en el aspecto educativo. Un(a) docente que va contenta(o) a la
escuela, alegre, que se siente feliz consigo misma(o), transmitirá
sus emociones a la par que enseña los diversos contenidos, también
conviene recordar que nos sincronizamos con nuestros estudiantes
a nivel más profundo del que creíamos.
Bien lo expresa el neurocientífico Francisco Mora: “el primero que
debe ir feliz al aula es el maestro” y si queremos lograr el aprendizaje,
y que éste sea significativo recuerde que “sólo se puede aprender
aquello que se ama”.
Es preciso encontrarnos a nosotros mismos para ayudar a los
demás a trazar su camino, contrario a esto, es como el gato cuando
pregunta a Alicia en el país de las maravillas ¿Para dónde vas?, y
ella responde que cualquier camino es el adecuado. El camino del
autoconocimiento es primero, para dar el lugar que le corresponde
al estudiantado y construir puentes de esperanza.
2. Sea creativa(o)
“Sin atención no hay memoria y sin memoria no hay aprendizaje”,
reza una popular frase en neuroeducación que habla de la
importancia de la atención en el proceso educativo. La escuela a lo
largo de su existencia nos ha dicho que esta habilidad es importante,
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