Page 74 - Los objetos del poder
P. 74

que no fuera el poseedor del libro o bajara a la cueva, en alguna ocasión
            Aldebarán había comentado a Barto que siempre debía estar esperando a
            cualquier persona que bajara hasta ese lugar, y que, si no tenía el libro en
            sus manos para otorgárselo, entonces nada más lo conocerían a él. Fínix de
            inmediato quiso poder y gloria para él, no veía justo que Barto tuviera todo
            gracias a un poder extraño, por lo cual también quería parte del botín para
            sí mismo, realizó planes basados en la codicia, preparó todo para partir,
            y al pasar dos semanas viajó hasta esa cueva, con mucho más equipo y
            facilidades para bajar ese recóndito y difícil lugar, llegó ahí cegado, quería
            el conocimiento de un ser milenario, no le importaba su amigo Barto, a
            pesar de ser muy cercano a él, y con ello tener un puesto jerárquico de gran
            nivel en Magna, anhelaba mucho más que eso, inclusive estar a la par de
            Barto, o quizá quitarle lo que él tenía.

            Entró a la caverna rápidamente y a medida que descendía, constantemente
            gritaba  el  nombre  de  Aldebarán,  el  descenso  costaba  mucho  trabajo  y
            esfuerzo, nunca pensó que la tarea fuera de tales magnitudes, agobiado
            descansaba  para después continuar, volvía a descansar  para luego
            proseguir, pero el cansancio era bastante y sentía que no lograba avanzar
            gran distancia; posteriormente bajaba y bajaba, y luego volvía a gritar,
            pero no ocurría  nada,  Fínix no era  tan  tenaz  como Barto, a  pesar  de
            llevar el equipo necesario y de saber que encontraría al espíritu si seguía
            descendiendo, decidió renunciar, el agotamiento lo venció. Pensó que sería
            imposible subir por su falta de energía, la tarea fue extenuante y agotadora.
            Aldebarán  que  observaba,  estaba  enterado  de  la  situación,  se  apareció
            frente a Fínix cuando éste ya comenzaba a ascender.


                  –No eres ni la mitad de lo que es Barto se escuchó, aún sabiendo lo
                  que encontrarías, y trayendo lo necesario para facilitar tus maniobras
                  no fuiste capaz de terminar y completar la enmienda que tú mismo
                  te trazaste, no eres digno ni siquiera de verme, debería de eliminarte
                  de inmediato, pero te perdonaré la vida a cambio de que seas mi fiel
                  sirviente.


                  El aletargado Fínix, muy fatigado por la travesía y temblando de
                  miedo  por  las palabras  del  espíritu  que  retumbaban  en  la  cueva,


            72
   69   70   71   72   73   74   75   76   77   78   79