Page 77 - Los objetos del poder
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El objeto para detener una caída desde el cielo, costó trabajo, al principio
            se probó con colchones y hules inflados, los cuales cumplían con su labor
            siempre y cuando la altura de la cual caía el objeto o sujeto de pruebas
            no fuera superior a 25 metros, de lo contrario existían muchas variantes
            que hacían fallar el experimento, el viento, la velocidad que tomaba quien
            caía,  la  resistencia  de  los  hules  inflados  ante  el  impacto,  etc.  Por  todo
            esto, los científicos e ingenieros inventores tuvieron que cambiar de idea.
            ¿Qué pasaría si los hules inflados los desinflaran, y los guardaran en una
            mochila, que el sujeto de pruebas pudiera cargar? Esta pregunta abrió
            múltiples hipótesis, y cuando se decidió poner a prueba el experimento,
            después de ensayos y errores se perfeccionó; al principio las pruebas se
            hacían con objetos, al ir mejorando cambiaron por animales, y al final con
            personas; estas últimas podían accionar el mecanismo a voluntad, tirando
            de un pequeño lazo que abría la mochila y liberaba el hule guardado. El
            experimento fue un éxito, porque el hule ofrecía resistencia al viento, sin
            dañarse como lo hacía estando abajo inflado esperando que algo cayera, y
            lo mejor de todo, era seguro y funcional sin importar la altura.


            Barto mandaba a hacer sus experimentos para poder resistir en los peores
            lugares del planeta, con el fin de algún día buscar a los espíritus en los
            confines de la tierra; algunos costaban dinero, pero otros más, sudor, dolor
            o hasta sangre, pero en la última instancia todo eso valía la pena.


            Los hijos de las reinas de la gran alianza seguían creciendo, como Barto
            escribió en el libro del poder, ellos eran excepcionales, todo lo hacían bien,
            tenían maestros para casi todo, y todos los maestros admiraban sus grandes
            dotes en múltiples disciplinas, desde poesía hasta puntería, desde combate
            hasta rompecabezas. Los ocho hijos demostraban ser muy buenos en todo
            lo que se les iba enseñando, a pesar de ser apenas unos niños.

            Mientras tanto Fínix  espiaba a Barto y  le decía a Aldebarán todos sus
            movimientos, ya que el emperador sí podía ver al espíritu, y éste no se
            acercaba para no ser observado. La última vez que Aldebarán y Barto se
            vieron, no quedaron en malos términos, pero el sabio Aldebarán supo de
            inmediato, que el emperador de la gran alianza no se quedaría quieto, sin
            tratar de averiguar dónde estaban los otros espíritus antiguos.


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