Page 67 - Afuera en lo profundo
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Buenos fueran los maestros para enseñar lo que sirve, ¿eso del
            péndulo qué?, te crees la muy muy por cargar libros en el lomo,
            ya deja de amargarme el tiempo. Pero a mí, se me secaba la boca;
            de más pequeña, me decepcionaba su ignorancia, hubiera querido
            tener otra mamá, entre más iba a la escuela, más renegaba de ser su
            hija. Ahora, me decepciona que, a pesar de sus necedades, me sienta
            una  inútil  con  sus  comentarios.  Aunque,  a  veces  creo  que  tiene
            razón, y me choca, ¿el péndulo qué?, no soy una mejor persona,
            ¿puedo cambiar de vida?, son menos las cosas que no me gustan de
            la escuela, pero, si por mí fuese, viviría allí, con todo y que la mayor
            parte del tiempo es aburrido, excepto por la clase de historia, ¿o es
            la de ciencias? Dime tú si no es difícil concentrarse y más con la
            intensidad de mi madre. Mírala, camina a la ventana, alza un poco
            la cortina descosida y echa un vistazo afuera. Se acerca el final del
            segundo día. ¡Aparece, aparece!, el vaho de su petición empaña el
            vidrio y la esperanza, da media vuelta, temblorosa. La pobre morirá
            deveras si no me encuentran pronto. Pero, se esfuerza, cuánto se
            esfuerza en sonar tranquila cuando contesta su nuevo celular. Nada
            aún, nadie…, le dije a usted que estoy en eso…, lo sé, lo sé…, hasta la
            medianoche, cuelga.


            Mi madre es cero sociable, le cuesta fluir con la gente. No digo que
            se trate de timidez, más bien, alega por cualquier cosa, y mentiría
            si dijera que atrae simpatía. Si no jura y perjura que en el barrio le
            tienen tirria, asegura que todas las personas son tontas, menos ella.
            Aun así, su dolor ha puesto al mundo entero a buscarme, a la policía,
            a los vecinos, a mis compañeros de la secundaria y a un grupo de
            mujeres dedicado a rastrear jóvenes desaparecidas. Las catequistas
            de la parroquia habían ofrecido hacer guardias de oración afuera
            de la casa, pero más tardaron en proponerlo que en hacerse para
            atrás. Los chismes de los vecinos a mamá dicen que las rezanderas,
            con mala leche, cuchicheaban. A saber en qué pasos andaba la
            muchachita, a una no se la traga la tierra nada más así porque sí.


            Las mujeres del grupo son otra onda. Le pidieron una foto en la que
            apareciera yo, que sea muy reciente. Mamá tiene sólo fotos actuales




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