Page 69 - Afuera en lo profundo
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Otra vez espía por la ventana, un instante nada más, antes de darle
la espalda y fijar la mirada en el reloj de pared. Son las 10 de la
noche del segundo día, ¿o es el tercero?, va a ser el último. A mamá
se le acaba el tiempo, cae de rodillas. ¿Dónde andas?, pega la frente
al piso gris y áspero, en el que se forma un charquito de moco,
baba y lágrimas. Como si la pausa le hubiese devuelto la energía, se
limpia deprisa con la orilla de su camiseta, ya de pie, vuelve a poner
atención en el reloj y, de inmediato, regresa a la ventana.
Nada aún, nadie retorna con noticias sobre mí, a pesar de que ahora,
según estos casos y la promesa de las mujeres rastreadoras, una de
aquellas fotos que mi madre me tomó con su chispa en la mirada
y nuevo celular, circula en redes sociales y está impresa en lonas,
volantes, camisetas, justo ahí, en la camiseta de mamá. Parezco
zombi. ¡¿Qué te pasó, mija?!, ¿quién no le iba a echar la mano por
más antipática que haya sido mamá?, todavía hay gente de buen
corazón. ¿Y yo?, soy una hija malagradecida que está portándose
muy mal. Ella me lo ha dicho infinidad de veces, pero con una vez
bastó para que yo se la creyera. Ojalá esto y hacerse la inútil la salve,
nos salve. Si salimos de ésta, la veo venir con la chancla, el cable o lo
que tenga a la mano, a regañarme. ¿No te remuerde la conciencia?,
y sí, como a una hija de verdad. ¡Aparece de una vez, escuincla del
demonio!, se le doblan las piernas y su esperanza se doblega. Esta
voz es familiar a mí, es la voz que me llama y que conozco. Mamita.
Lalalá, lalalá. No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado.
La paciencia que necesito se agota en mamá. Alcanza el reloj de
pared y lo lanza al rincón de los tiliches. Tic-tac, tic-tac, escucho
de cerca, clarito, hasta que unos golpes en la puerta esfuman el
sonido de las manecillas. Ella se esconde debajo de la mesa, ¡toc,
toc!, luego en el baño, ¡¡tras, tras, tras!!!, después entre las cobijas
de la cama, ¡¡¡pom, pom, pom, pom!!! Mamá no podría pasarse de
lista. Yo y mis burradas, Diosito, perdóname y te prometo… ¡Maritza
Cruz García!, llaman unas voces con autoridad. Mamá sale de su
escondite y se queda pasmada. Señora Cruz García, la llaman con
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