Page 62 - Afuera en lo profundo
P. 62

por el retrovisor. Te dijo muchas cosas, sí, yo era una niña y tú, un
            púber, pero creo que me acordaría de algo importante. Lo que sí es
            que cuando llegamos a la funeraria, antes de bajar del auto, como
            que se percató de la intrascendencia de sus palabras porque no dejó
            de hablar por un buen rato. Ahora que me acuerdo, qué cura eso
            que antes de entrar a la sala y al borde del llanto, te dijo:


                —Pero, ¿qué más puedo decirte?, si de la noche a la mañana, la
                  vida te está convirtiendo en hombrecito, —¿lo habrá dicho por
                  tus barros y espinillas, por la sombra de tu bigote?


            Yo era una sombra con la negrura de vestido que el tío había escogido
            para mí. Me dijo que me lo pusiera rápido en lo que él llevaba al auto
            a mamá. Ese día el tío se partió en diez. ¿No te parece que a él le
            gusta dividirse hasta en mil?, obvio, yo también lo había pensado, él
            nunca desearía tener un clon, su ego no lo soportaría, pero pedacitos
            de él, sí, como insignias de él en las personas. Si no, ¿quién lo iba a
            necesitar?, ¿verdad que sí?, chócalas. ¡Ay!, ese día no querías darme
            la mano. Yo parecía estar bien, pero tú, no podías ver más allá de
            ti mismo; aunque estábamos atravesando por la misma situación,
            cada uno la vivió a su manera, por eso, quizá, ni me sonreías para
            consolarme. En tu hosca pubertad, por tus barros, espinillas y sombra
            de bigote, sólo me sonreías cuando me notabas triste o pensábamos
            lo mismo, e hiciste gala de esa hosquedad cuando, al entrar en la
            sala, reconociste a muchos parientes que hacía tiempo no veíamos.
            Pasaste de largo esquivando sus palabras y gestos de condolencias,
            pero yo, ¿qué podía hacer?, mis pequeños pasos no me permitieron
            escabullirme, al igual que tú, de sus ánimos y abrazos.


            Así como lo recuerdo, me abrazaban tan fuerte que parecía que si
            me soltaban se iban a quebrar. Allí estuve un buen rato, a ti, nadie
            intentó acercarse. Tu hosquedad de púber estaba justificada, aparte
            de que ese tipo de momentos, parece justificarlo todo, como que
            te hayas presentado al funeral de papá con tu look en turno. A que
            sí, ibas de rapero. No importa cuánto trates de bloquear la imagen
            de tu mente, aquí está tu hermana para recordártelo, aunque, más
            bien, parecías emo. No era para menos, hermanito, ¿qué parecía yo?



            60
   57   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67