Page 58 - Afuera en lo profundo
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—No, hombre, yo…, –se interrumpió para mirarse en uno de
los espejos. Sonrió de manera exagerada, revisó sus dientes
y, como para lustrarlos, se pasó la lengua por ellos. —Así
hay gente, –retomó Alan. Su tono de voz había recobrado la
ecuanimidad que día a día ensayaba, y, ahora más desenfadado,
aseguró: es gente que siempre anda de mala vibra.
Brandon y Giovanni también quisieron saber qué se traía aquel tipo,
pero Alan ya no quiso hablar del tema, nada más agregó:
—Ya me están pegando su negatividad.
—No te agüites. Es cotorreo, –aclaró Giovanni.
—¿O qué?, –dijo Brandon entre risas, a la vez que se abrazaba de
la cintura de Alan, que de inmediato se soltó.
Por poco y soltaba una leperada, pero se contuvo. En cambio, dijo:
—Mejor me voy a casa, y ustedes deberían de hacer lo mismo.
Descansen, yo sé lo que les digo, –remató sintiéndose un
sensei.
Al regresar al cuarto de azotea, miró a la cama. Yose seguía dormida.
En la quietud, Alan no pudo detener sus pensamientos llenos de
reproche:
Qué desperdicio, ojalá todo el mundo notara lo bello que es vivir
y que la felicidad depende de lo que cada quien hace día tras día.
Suspiró y se acercó a la cama, olió la cabeza, el pelo, las mejillas, el
cuello de Josseline, y con un encubierto gesto de desagrado, dijo:
—Despierta, Yose, levántate. ¡La mañana está maravillosa!, –pero
Josseline no respondía, por lo que Alan le quitó las sábanas de
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