Page 57 - Afuera en lo profundo
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—¿Pa’ qué, si ya viven juntos? –Giovanni observó y lanzó una
carcajada. —¿No me digas que te están poniendo mamado para
ella?, –remató.
Alan dejó de llevar la cuenta y guardó silencio por unos segundos.
En su mente vio las imágenes de boda que guardaba en su celular.
Estuvo a punto de reprocharse por no ahorrar más para la fiesta de
sus sueños, pero cerró los ojos y se visualizó: sonreía bajo una lluvia
de pétalos blancos, del brazo de su esposa, de cualquier mujer que el
buscador de internet le hubiese arrojado. Entonces reaccionó:
—Oye, creo que ya me perdí y me estoy acordando de que hoy
toca brazo. Bueno, me voy a darle para aprovechar el día.
¡Actitud, mi Yio!, y deja de pensar en cosas negativas.
Alan agarró la barra. Mientras se esforzaba frente al espejo, sentía las
punzadas en los bíceps y en los hombros. Una inmensa satisfacción
lo había poseído. Atento a su reflejo, notó que las venas también
se le habían marcado en el cuello y en las sienes. Estaba decidido a
convertirse en la mejor versión de sí mismo, a ser un imán de éxito,
de abundancia, de…, la mirada del sujeto a quien había intentado
hacerle la plática, de repente volvió a coincidir en el espejo con la
suya.
—¿Qué?, ¿te gusto?, –dijo Alan. Esta fue la gota que derramó el
vaso, pues ese tipo se le fue a los golpes. Tuvieron que llegar
los amigos para quitárselo de encima. Cuando los separaban,
aquel sujeto gritó:
—¡Y que no te vuelva a ver por aquí!
—¿Eeeh?, yo no soy...
—¿Qué, Gallo?, ¿te sabe algo o te habla al tanteo?, –preguntó Íker.
Alan soltó una carcajada y apenas dijo:
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