Page 52 - Afuera en lo profundo
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que se largue?, ¿qué te pasa?, no merezco que me trates así.
Ahora, fíjate, tonta, si tan importante es para ti lo del cine,
vámonos, vámonos… Pero entiende algo, nosotros no somos
tus súbditos, yo no soy tu mandadero, a mí no me vas a
mangonear. Escúchame bien, si vamos al cine, es porque yo
quiero y yo voy a escoger la película, vamos a ver lo que a mí
se me dé la gana.
Pasaron unos cuantos segundos que se me hicieron eternos, antes
de que ambos regresaran al comedor. Ella observó a su esposo casi
con odio, con un amor derrotado, agachó la cabeza y le preguntó:
—¿Iremos?
Víctor se lamió las migajas que le habían quedado en los bigotes
y asintió con la cabeza. En seguida, adoptó la postura de quien ha
logrado la hazaña más grande del día y le dijo:
—Gracias, amor. Lo siento, no volveré a salirme de mis casillas.
Irene se limpió las lágrimas y se disculpó mirándome a los ojos. A lo
mejor se debe a la irritación que sentí en ese momento, pero hasta
hoy, no entiendo sus disculpas.
Ya con los bríos atenuados, salimos del departamento. En la calle
hacía mucho calor, pero era preferible a todo aquello, yo me quedé
en una parada del autobús y vi alejarse a los que habían sido mis
anfitriones.
Desde esa vez, no he vuelto a aceptar ninguna invitación de mi
compañero, aunque durante las primeras semanas, después de
aquel incidente, quiso que volviera a su casa y no dejaba de pasarme
los saludos de su esposa. Tras mis negativas, Víctor ha sembrado el
rumor de que soy un inseguro, un envidioso, de que ya no le hablo
porque estoy amargado, porque no sé cómo divertirme. Ahora todos
en el trabajo saben que ni siquiera sé tomar cerveza.
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