Page 51 - Afuera en lo profundo
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idiota que se estaba pasando, que estaba comportándose mal con su
esposa.
Un momento después, Irene regresó y empezó a recoger la mesa,
aunque Víctor no se había terminado su segunda rebanada de postre.
Molesta, ella iba y regresaba llevando platos, tazas, cubiertos, que
dejaba caer en la tarja. Tras el ruido de un vaso que se quebró, la
mujer empezó a echar habladas:
—¡¿Quién me mandó a casarme con él?!, ¿qué le vi?, me hubiera
hecho novia de su mejor amigo; parecía un niño, sí, pero le
echaba ganas, era amable. En cambio, éste…, debí ponerlo en su
lugar hace años y darme mi lugar. Soy una idiota, nada menos
que una idiota. ¡Aaahhh!, ¿qué esperaba? A lo mejor debido al
postre, pero la escena había dejado de perturbarme, hasta que
escuché que otro vaso se rompió, y luego otro y otro. Irene
parecía enloquecida.
Víctor se incorporó y me dijo:
—Cosas de mujeres, tengo que arreglarme con ella, mira qué
agresiva está.
De hecho, fue a hablar con ella. Mi compañero había puesto una
cara que reflejaba cierta satisfacción y que no conseguí comprender
entonces, mucho menos ahora.
Desde la cocina escuché a Irene:
—Sí, voy a gritar hasta darme a entender. Me da lo mismo lo que
digan los vecinos y tu amigo.
—Mira cómo te pones cuando las cosas no se hacen a tu modo,
–oí decir a Víctor. ¿Todo lo quieres arreglar a gritos poniendo
la casa boca arriba? Nunca invito a nadie, nunca vienen mis
amigos y, cuando los invito, mira todo lo que haces. ¿No te
das cuenta de que con tu actitud le estás diciendo a Mario
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