Page 61 - Afuera en lo profundo
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El nudo Windsor
Y me siento de pronto, levantado, gritando:
“Os amo, os odio, os muerdo, os desprecio, os abrazo
con asco, con nostalgia. No sé más, perdonadme”.
Gabriel Celaya, Los poemas de Juan de Leceta
—Hubiera sido un lindo gesto de tu parte, Milo –consideró, el
tío Sergio cuando te subiste al auto. —Eres joven –continuó,
y que no te gusten las corbatas, puedo creerlo, pero que ni en
el momento que estamos atravesando hayas querido honrar el
estilo de tu padre, me sorprende. Yo le enseñé el nudo simple,
el Victoria, el Windsor.
—Nunca aprendió, –dije con la intención de excusarte.
—Para hacerme enojar, tu padre fingía torpeza, que no aprendía,
el muy canijo, –contó el tío y enseguida, con un dejo de
nostalgia, comentó: —Los hombres no podemos decirnos,
así como así, que nos queremos. Como si hubiera dicho una
impertinencia, miró a mamá, pero ella, lánguida, iba hundida
en el asiento.
Así como lo recuerdo, más bien el tío sonaba… ¿Piensas lo mismo
que yo?, el tío sonaba decepcionado. En realidad, todo ese día
fue de decepciones, ya después nos vino la tristeza. ¿Recuerdas?,
¿cómo podrías, si te escondiste tras unas gafas oscuras y la visera
de una gorra?, yo, que soy mejor que tú, según iba más serena. No
te aflijas, lo importante es que lograste recordar. Ya hombre, que
si tú, primero, que si yo primero, a mí no me engañas, te encanta
escuchar cómo fue.
El tío conducía atento al volante, sabes lo importante que es para
él ser un ejemplo a seguir, y por momentos nos echaba un vistazo
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