Page 59 - Afuera en lo profundo
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encima e insistió: —Te invito a desayunar. Vamos. ¿Dónde está
tu actitud positiva?
—Alan, es domingo…, –se quejó Josseline y luego, entre bostezos,
preguntó: ¿Qué hora es?
—Vamos, levántate, –repuso él.
—¿De verdad quieres salir?, –preguntó ella y se echó las sábanas
encima.
—¿Por qué no?, –refutó Alan y volvió a quitarle las sábanas.
—Hasta parece que de mí te burlas, –dijo Josseline. Ayer tuve
doble turno y hoy tengo que lavar mis uniformes, almidonar
tus camisas, ¿de dónde te salió este gustito de andar planchado?
Ni que fueras oficinista. Además, debo preparar la comida de
la semana, brincos diera por escuchar que la prepararías tú…,
y de una vez te aviso que ya me harté del pollo.
Alan le dio la espalda y se puso a ver el celular, tenía varios mensajes.
Sonrió y se acomodó los audífonos. De la mochila sacó la ropa
que había usado en el gimnasio y metió limpia para usarla al día
siguiente. Mientras tanto, Josseline, sin notar que Alan ya no estaba
oyéndola, siguió hablando:
—…y a lo mejor no te gusta lo que hacemos, pero esto va a hacer
que un día vivamos mejor. Vas a ver cómo la friega vale la
pena.
Alan estaba escuchando el podcast que había dejado a medias esa
mañana. Era de sus favoritos porque le parecía que hablaba de la
realidad, ese día en específico, de las moléculas felices, que a él se
le figuraban como una descarga de encantadores emoticones, y de
que hoy en día, debido al trabajo y a los acelerones de la vida, a
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