Page 102 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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¿Qué me ves?



               Desde que me acuerdo, siempre he sido un buscapleitos; me
            fascina la sensación que me produce en el cuerpo cuando me peleo
            con otra persona. Y no es que me guste molestar gente, sólo quiero,
            con la pura mirada clavarme con alguien y empezar a pelear, alguien
            que me cante un tiro, alguien con quien me pueda dar de golpes.
            Cuando era niño, mis hermanos siempre se quejaban de mí, porque
            siempre,  en la  comida,  o  cuando  estábamos  haciendo  la  tarea,
            empezaban de chismosos con mi mamá: —mira, me está viendo feo,
            mamá, otra vez se quiere pelear. Al principio, les pegaba o así, pero
            luego prefirieron ignorarme, y me di cuenta de que con ellos no iba
            a poder seguir peleando, eran bien cobardes.


            Así que volví los ojos a la calle y me di cuenta de que, como yo,
            hay muchos tratando de hacerse los valientes, de mostrar que son
            machos y que también se quieren dar un tiro para medir las fuerzas.
            También sé que antes era mejor cantar el gallo sólo entre dos, sin
            que se metieran otros, a menos que uno ya estuviera bien acabado.
            También sé que antes era a golpe limpio, sin trampa de fierros en los
            dedos, sin picahielos y sin armas; eran peleas bravas, de sólo dos, los
            tiempos han cambiado.


            Me acuerdo que iba a muchos lugares sólo para buscar problemas,
            especialmente pleitos, y entonces venía esa sensación de adrenalina
            que llegaba como un golpe fuerte en mi cerebro y que me hacía
            brincar, pegar, moverme, esquivar golpes y hasta correr cuando
            venía la policía. Esa sensación era impresionante, era adictiva. Yo
            podía sentir en cada golpe que daba la liberación de mi alma, el
            escape de mi furia.


            Muchas veces sólo bastaba un, ¿qué me ves?, para que más de
            alguno se pusiera conmigo y entonces venía la pelea, a pegar por
            todas partes, estómago, hígado, cachetes, frente, cabeza, patadas,
            orejas, todo lo que se pudiera, sin dejar de pegar, una y otra vez, en




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