Page 104 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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y cayó desmayado y no volvía en sí, así se lo llevó la ambulancia,
sí me quedé pensando, ya luego me di cuenta de que estaba bien.
Han pasado muchos años y hasta ahora sé que lo que yo tenía
era que no sabía cómo manejar mi ira, que necesitaba controlar y
hablar sobre lo que sentía, que el odio que yo tenía por situaciones
familiares se volcaba en las peleas, que la adrenalina sustituía ese
sentimiento que me hacía sentir seguro y completo, que necesitaba
hablar de mis emociones y que debía resolver algunas situaciones.
Creo que ahora que lo pienso, se escucha absurdo haber golpeado
a todas esas personas, que, a veces, sólo tuvieron la mala suerte de
toparse conmigo en el camino.
Sí, yo era peleonero, sí era una persona con maldad, con unas
terribles ganas de golpear y hasta de ver sufrir a alguien, con ganas
de pelear hasta que alguien me quitara a mi presa o de que la
autoridad me llamara la atención. Sí, yo era buscapleitos, de la nada
hacía problemas y hacía que las mujeres en las fiestas corrieran
espantadas o hacía que me gritaran para que dejara de golpear a sus
novios. Sí, yo fui un desalmado que hizo que mi madre sufriera y me
repitiera hasta el cansancio que ya no peleara.
Sí, yo fui un desgraciado.
Ahora me doy cuenta de que no se necesita ser violento con otros
para poder sacar la furia, que es mejor vivir en paz y dejar atrás el
mal concepto que todos tienen de mí. Ahora, no sé cómo limpiar
mi nombre, no sé cómo hacer para que no me tengan miedo, ya
nadie se me acerca, no tengo amigos, ni vecinos, ni familiares que se
acerquen, porque dicen que soy un peleonero.
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