Page 111 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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¿Conectada o desconectada?
Empecé a sentir palpitaciones, una sensación de ahogo, sentía
mucha angustia y desesperación; después de todo, ya tenía varios
días sin poder dormir. No me di cuenta cuándo empecé a hacerme
esclava del teléfono celular, se convirtió en mi agenda, mi amigo, mi
ilusión, era el dueño de mis fantasías y mis anhelos, y también se
adueñó de mi vida.
En retrospectiva, cuando compré mi mejor teléfono celular y
descubrí todos los beneficios que podía traerme a mí, una persona
tan desorganizada, sentí que todo estaría resuelto y que de ahora
en adelante no habría nada ni nadie que pudiera separarme de él.
Me pareció increíble que, en apenas un mes yo desarrollé una gran
habilidad para usar herramientas del teléfono.
Ahí fue donde entré a las redes sociales, y descubrí: Whatsapp,
Twitter, Instagram, Facebook, LinkedIn, Snapchat, YouTube.
Descubrí las aplicaciones y empecé a conocer todas las funciones
de mi aparato móvil; para ser sincera, aún no termino de saber
todo lo que puedes hacer ahí: agendas, alarmas para despertar,
desayunar, cenar, para ir al trabajo, para hacer activación física, ver
videos y películas, hacer videos y subirlos, para despejar mi mente
con los juegos de video, para trabajar; puedes poner notas para
recordar información, agendas, mensajes a la familia, recordatorios
de cumpleaños, transacciones bancarias, compras, citas médicas,
vida social; ahí podía decir dónde estaba, qué comía, qué ropa
llevaba puesta, podía ver a mis amigos y sus viajes, podía poner mi
ubicación en tiempo real y podía usar la magia de los filtros para
parecer perfecta en las fotografías.
Al principio, llevaba mi celular en mi bolsa, luego lo llevaba en las
bolsas de la ropa, luego lo llevaba todo el tiempo en la mano. Sólo
lo soltaba para manejar y a veces hasta manejaba mientras revisaba
mensajes o hablaba por teléfono. Recuerdo haberme hecho esta
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