Page 31 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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venían cada vez que revisaba más publicaciones en mi muro o en
            mis cuentas y en las de los demás. Además, me sentía muy popular
            teniendo más de mil amigos, me sentía muy informada de lo que
            todos hacían, y los demás podían conocer y seguir mis historias
            cada día, ¡era sensacional!


            A veces duraba más de 12 horas con el celular, mientras comía, cuando
            iba camino a la escuela, en las fiestas, en los antros, caminando en la
            calle, mientras esperaba algo como la cita del dentista; bueno, pues
            hasta en la clase me las ingeniaba para entrar a las redes, incluso
            cuando iba al baño o me comunicaba con compañeros que estaban
            en la misma clase que yo…, ¡en la misma aula! Y por alguna extraña
            razón, me llegaban a parecer más interesantes las vidas de los otros
            si las veía en las redes sociales que si me estuvieran contando en
            persona. Evité todo contacto social pues podía tener contacto en las
            redes.


            Incluso  durante  las  noches,  soñé  muchas  veces  que me  veía
            contestando algún mensaje, tomándome una selfie y enviando,
            dando likes como loca a todas las imágenes que veía, era frustrante
            no poder revisar todo y escribir todo, los mensajes me perseguían
            como en la peor de mis pesadillas, el sonido de los mensajes entrando
            uno tras otro, cientos de veces, despertaba agotada.


            Lo primero que hacía en las mañanas antes del gracias Dios por un
            nuevo día, me alegraba escuchar el sonido del despertador de mi
            celular, lo prendía y entraban decenas de mensajes, me encantaba.
            Y en las noches, antes de dormir eran lo último que veía: mis redes
            sociales.


            Uno de los días más horribles, fue cuando olvidé mi celular en la
            casa, quería morirme, me sentía desnuda, no podría vivir sin él.
            Tuve que regresar en un taxi que me cobró mucho dinero para
            tomarlo y regresar a la escuela, cuando lo tuve en mis manos sentí
            que volví a respirar.





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