Page 32 - Entes y apariciones entre nosotros
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—Déjame entrar.


            Empecé a rezar en voz alta y el niño volvió a decir:

                —¿Puedo entrar?—, aunque mi cuerpo se estremecía de miedo,
                  yo continuaba con las oraciones cada vez más fuertes hasta
                  que el niño empezó a repetir:


                —¿Puedo entrar?, ¿puedo?, ¿puedo?, ¿puedo?, ¿puedo?—, al
                  tiempo que la perilla de la puerta se movía como tratando de
                  abrir, entonces, sacando fuerzas no sé de dónde, abrí la botella
                  y aventé el agua por debajo de la puerta.

            En  ese  momento  se  escuchó  un  grito  infantil  aterrador  que  me
            congeló la sangre, el alarido se fue desvaneciendo como si se alejara
            cada vez más, y yo desde adentro, nunca dejé de rezar, todo indicaba
            que me había deshecho de ese ser maligno. Salí y eché lo que me
            quedaba de agua bendita en toda la entrada hasta la banqueta,
            esperando no volver a recibir a esa horrible visita.



































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