Page 47 - Entes y apariciones entre nosotros
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días permitidos; sin embargo, se levantó dirigiéndose a un anaquel
            del que sacó una botella con un líquido verde transparente, se lo dio
            a Diana, le dijo que con ese remedio mojara unas bolitas de algodón,
            que las colocara en las esquinas superiores de su casa, justo donde
            se juntan las paredes con el techo y que así no pasaría nada hasta
            que ella fuera.


            Entonces, al mismo tiempo, como si se hubieran puesto de acuerdo,
            se levantaron las tres, la curandera le dio la mano a Diana para
            despedirse, después, se despidió Alma, y al caminar hacia la puerta,
            la señora les dijo que regresaran por ella el martes, antes de las seis
            de la tarde. Dicho eso, salieron de su privado y mientras cruzaban
            por la sala de espera, Diana percibió una sensación de serenidad,
            en ese momento entendió porqué todos al salir llevaban cara de
            tranquilidad.


            En el camino de regreso a casa, iban platicando de todos sus
            asombros, desde ver las caras de las personas cuando entraban y
            las expresiones cuando salían, de cómo era el lugar donde atendía
            la señora, cómo había sabido quién de las dos era la que tenía
            problemas, se rieron mucho de que sólo recibió a Diana y a la amiga
            ni la peló, después de unas buenas carcajadas, continuaron hablando
            de su asombro, cómo era que sabía todo lo que le había sucedido.


            Ahora, necesitaban hacer la curación en la casa, así que pasaron a
            una farmacia a comprar algodón y se dirigieron muy decididas a
            casa de Diana. Llegaron y en menos de una hora ya habían colocado
            bolitas de algodón bien empapadas de ese líquido, que, dicho sea
            de paso, olía muy rico, por lo que, al terminar, se fueron a sentar
            un rato a la sala para descansar y percibir que toda la casa se había
            impregnado de ese místico, pero delicioso aroma.


            La amiga de Diana se despidió a la vez que le deseó buena suerte,
            esperando que nada sucediera hasta que la curandera acudiera a la
            casa a hacer lo suyo, se subió a su coche y se marchó.





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