Page 28 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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Al llegar ante su tumba, que se encontraba bastante deteriorada
y abandonada, comenzó a platicar con la lámina de metal que se
encontraba clavada sobre una cruz de madera y donde estaba escrito
el nombre de su amada esposa.
“Perdón por no haber podido venir antes, tú sabes que tengo que
trabajar duro por nuestra hija. No sé si he sido un buen padre, lo
he intentado, pero no estoy seguro de haberlo logrado. Ni siquiera
estoy seguro de que me estés escuchando, debo verme muy estúpido
hablando aquí solo frente a un montón de tierra. No sé si exista un
lugar más allá de esta vida, no lo creo, pero si existiera, daría lo
que me resta de vida por verte una vez más. No sabes cuánto te he
extrañado, nos haces mucha falta”.
Fidel limpió un poco la humilde tumba de su esposa, ya listo para
marcharse, notó que cerca de él, a unos cuantos metros, un perro
negro de estatura mediana parecía observarlo. Un poco temeroso,
Fidel comenzó a alejarse poco a poco hacia la salida del camposanto,
al estar lo suficientemente lejos, se dio cuenta que el perro no lo
observaba a él, el animal miraba fijamente la tumba de Teresa, su
cabeza se meneaba para un lado y para el otro, como tratando de ver
bien a algo o a alguien cerca del nicho. Un fuerte escalofrío recorrió
la espina dorsal de Fidel, el perro estaba observando a alguien que
él no podía ver. Sin dejar de mirar al animal, se alejó y regresó a su
choza. Nunca le contó a nadie sobre este extraño hecho.
La historia de amistad entre Celia y Juana inició años atrás cuando
Celia tenía 12 años de edad.
Celia creció ayudando a su padre en todas las labores de crianza de
animales y labores relacionadas con la siembra de maíz y frijol.
Celia acompañaba a su padre a la ciudad de Oaxaca donde éste
vendía sus productos cerca del zócalo de la ciudad.
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