Page 29 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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En uno de esos viajes a la ciudad de Oaxaca, mientras Fidel atendía
            el puesto donde vendía su maíz y frijol, pidió a Celia que fuera a
            comprar unos tacos de longaniza para comer.

            Celia caminó unas tres calles hasta los puestos de comida que se
            encontraban cerca de la plaza de la constitución en el centro de la
            ciudad. Ya de regreso al puesto donde su padre vendía los productos
            cosechados en su milpa, tres adolescentes se interpusieron en su
            camino.


                —¿A dónde vas preciosa?, —decía el más alto de los tres chicos—.
                  ¿Te puedo acompañar?, no deberías andar sola por estas calles.

                —No estoy sola —respondió Celia—, tratando de evadir a los tres
                  chicos. Mi padre me está esperando.


                —Yo no veo a nadie cerca —dijo otro de los chicos volteando
                  para todas partes.

                —Mi padre me espera en la siguiente calle —dijo Celia —viendo
                  cómo los tres chicos le cerraban el paso cada que ella intentaba
                  esquivarlos.


                —¿Por qué no nos acompañas a comprar una nieve —dijo el más
                  bajito de los tres—. Nosotros invitamos.


                —Por favor —suplicó Celia—. Mi padre me espera con los tacos—.
                  Déjenme pasar.

            Uno de los chicos sujetó a Celia del brazo haciendo que los tacos
            cayeran al suelo.


               —Déjala  en paz  —una  voz  se escuchó detrás  de los  tres
                  abusadores—. La dejan en paz o se las verán conmigo,
                  ¿escucharon?





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