Page 23 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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Fidel Manzano y Teresa Simancas se casaban un año después de
haberse conocido. Para Fidel era maravilloso tener a alguien con
quién compartir las pocas cosas buenas que le ocurrían, así como
tener la compañía de una pareja que le ayudara a superar los malos
momentos, que, desgraciadamente, eran más. Por primera vez en su
vida, Fidel tenía algo qué agradecerle a la vida.
Dos años después de casarse, Teresa comunicaba a su esposo la
noticia que habían estado esperando por tanto tiempo, pronto
serían padres.
Un ensordecedor grito de alegría se escuchó por todo el pueblo.
Fidel, loco de felicidad, salió de su choza y dando brincos como
chapulín, llegó hasta el río para zambullirse en el agua como un
enorme niño que no podía contener toda su felicidad.
Días después, el futuro padre organizó una modesta comida para
compartir su felicidad con los habitantes del pueblo. Esa noche todo
fue alegría, hasta una tambora traída de un pueblo cercano tocó
música regional toda la noche.
Entre los invitados había una anciana vestida de negro que usaba
un bastón de madera oscura. Su ropa se veía bastante descuidada y
cubierta de hollín. La mujer se acercó a Fidel y comenzó a hablar:
—Joven Manzano, tú y tu mujer deben dejar el pueblo para evitar
una tragedia —comentó la anciana mientras bebía un poco de
pulque.
—¡Qué tonterías dices anciana!, —respondió Fidel.
—Tuve una visión con los hongos. Vi la sombra de la muerte
merodear tu casa justo el día que tu descendiente nacerá, por
favor, váyanse de este lugar.
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