Page 21 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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Los jóvenes permanecieron callados por varios minutos hasta que
ella abruptamente dio media vuelta y desapareció a la distancia
perdiéndose entre las chozas del pueblo.
Teresa se dirigió a su choza y preparó un gran plato de frijoles y un
guisado de pollo con verdolagas que posteriormente llevo a la choza
de Fidel.
Al terminar su jornada, Fidel se dirigió a su hogar, y al abrir la puerta
se sorprendió al encontrarse con el rostro de Teresa que lo recibía
con una enorme sonrisa.
—Perdón por entrar sin avisar —dijo Teresa—. Vine a comprar
unos guajolotes. Toqué, pero nadie respondió. Pensé que
alguien estaría posiblemente dormido o en problemas así que
entré. Sin querer me di cuenta que tu olla de frijoles estaba
vacía. Traje algo de lo que cociné para mis padres. Vamos,
siéntate, yo te acompañaré con un taco de verdolagas, ya tengo
hambre.
Teresa tomó la mano de Fidel y lo guio a lo que sería una mesa y que
no era otra cosa que la parte de un tronco que había sido adaptado
como tal.
Fidel aún no entendía qué estaba pasando; su mente trataba de
comprender cómo una chica tan linda se encontraba dentro de su
casa ofreciéndole un platillo que lucía y olía muy delicioso.
Teresa miraba fijamente a Fidel que, con cara de pocos amigos daba
el primer bocado a ese aparente sencillo pero suculento platillo.
Unos pocos minutos después Fidel terminaba con todo el contenido
del plato de peltre.
—¿Quieres un poco más?, —preguntó Teresa.— Voy por más,
sólo dame unos minutos.
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