Page 22 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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Teresa fue detenida por la mano de Fidel que en un movimiento
rápido la sujeto del brazo.
—Gracias —dijo Fidel con los ojos arrasados.
Teresa, utilizando un pedazo de tela que había servido para traer
tortillas, enjugó las lágrimas que brotaban como cascada de los ojos
de Fidel.
Esa tarde, Teresa descubrió al verdadero Fidel. Ese no era el Fidel del
que todos hablaban mal y que creían era una réplica de su violento
padre. En los ojos de Fidel, Teresa pudo ver a ese joven campesino
que no era otra cosa que una persona noble y buena que pedía a
gritos un poco de compañía.
Fidel sujetó la mano de Teresa y no la volvió a soltar, por un buen
rato.
Fidel había encontrado un alma buena que se preocupaba por él,
algo que nadie había hecho antes.
Los dos jóvenes se mantuvieron en ese lugar sin intercambiar
palabras hasta que la oscuridad que ya había caído en el pueblo hizo
reaccionar a Teresa.
—Debo irme —dijo Teresa con cara de angustia—. Mis padres
deben estar buscándome. Te veo después.
Teresa salió corriendo de la choza dejando al joven Manzano sentado
en un tronco que también funcionaba como silla.
El único testigo de la tímida sonrisa que se dibujó en el rostro de
Fidel fueron los carbones ardiendo de su brasero.
Así dio inicio la historia de amor de Fidel y Teresa. Un amor que
estaba destinado a llegar lejos, muy lejos. Más allá de la vida.
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