Page 37 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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De repente, algo extraño comenzó a observarse en todas las tumbas,
los familiares de los fallecidos comenzaron a acercar a sus perros a
las ofrendas.
José, uno de sus vecinos, se acercó a su perro y con ambas manos
frotó los ojos del animal para posteriormente frotarse los suyos. José
se sentó junto a la tumba de su difunta esposa como esperando algo
o a alguien. De repente, José pareció comenzar una amena plática
con un ser incorpóreo. Fidel intentaba ubicar a ese ser con el que
José parecía conversar muy alegremente. Por más que trataba de
enfocar bien su mirada, Fidel no veía a nadie más cerca de la tumba.
Una ruidosa tertulia nocturna con algún tipo de seres etéreos se
iniciaba ante los incrédulos ojos de Fidel. Por todas partes se
escuchaban risas y ladridos de perros que, meneando sus colas
perecían dar la bienvenida a alguien que no habían visto por largo
tiempo.
Fidel trataba de entender lo que estaba sucediendo en ese lugar.
¿Qué estaba ocurriendo en el camposanto?, ¿con quién platicaban
todas esa personas que habían ido al panteón acompañados de sus
mascotas? Fidel, sin poder contenerse más salió de su escondite.
Fidel comenzó a caminar entre las tumbas y sus visitantes que
parecían no percatarse de su presencia cuando sus ojos se toparon
con una silueta conocida; era su hija Celia, que acompañada de
Juana, se acercaba a la tumba de Teresa, su madre.
Celia llevaba un enorme ramo de cempasúchil y una bolsa con
algo que parecían ollas con alimentos. Juana, su acompañante, iba
flanqueada por su enorme perro negro. Celia limpió un poco el
nicho y comenzó a colocar las flores y los alimentos alrededor de la
tumba. Aunque nunca conoció a su madre, Celia llevó alimentos que
a su padre le encantaban con la esperanza que fueran del agrado de
su difunta progenitora.
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