Page 38 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
P. 38
Después de rezar un momento en silencio, hizo una señal a Juana
para indicarle que le acercara al perro. Las manos de Celia frotaron
los ojos del animal y después frotó los suyos.
Celia se mantuvo quieta con los ojos cerrados por unos segundos.
Después de unos segundos, su mirada trataba de enfocar algo que
se presentaba ante ella. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro
al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Celia, incrédula
meneaba su cabeza de un lado a otro. Su mano derecha intentó
alcanzar la borrosa figura. El perro negro, sentado junto a Juana,
emitía un gemido lastimoso, y comenzaba a menear la cola como
dando la bienvenida a alguien que le inspiraba confianza.
—¿Eres tú?, —preguntó Celia con la voz entrecortada.
—Hola amor, ¿cómo estás?, —respondió la diáfana imagen de su
madre que estaba rodeada de un halo de luz azulada.
—No lo puedo creer, te puedo ver. Hace tanto tiempo que te
fuiste, ¿cómo puedes reconocerme?
—Cada año, en esta fecha, se abre el portal y puedo venir a
visitarlos. Sé que tu padre no es muy creyente y no le gusta
levantar el altar, al principio fue muy triste venir y ver que no
había nada, pero por lo menos tenía la oportunidad de verte
y saber que estabas bien. Esas noches me quedaba junto a tu
cuna cuando eras pequeñita, observándote dormir, eso era lo
más maravilloso de todo, tener la posibilidad, aunque por sólo
una noche, de estar contigo.
—Te he extrañado mucho, y mi padre también.
—Lo sé. Yo los he extrañado de la misma manera a ustedes dos.
Lamento haberte dejado sola todo este tiempo, perdóname.
Muchas veces traté de que la bruja de los hongos convenciera a
tu padre de usar las gañas de algún perro para que pudiéramos
36

