Page 41 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
P. 41
—Hola, enojón, ¿me recuerdas?
—De verdad, ¿eres tú?
—Sí, soy yo. No de carne y hueso, pero soy yo.
—No lo puedo creer. Esto es imposible. No te imaginas cuánta
falta me has hecho.
—Lo sé. No estaba en mí el haber podido quedarme, me quería
morir de nuevo al saber que no los volvería a ver.
—Yo me quería ir contigo. Ya no quería vivir.
—No amor, no podías, tenías una misión muy especial aquí en la
tierra, nuestra hija. Debes de saber que estoy muy orgullosa de
ti. Has hecho un trabajo maravilloso con Celia, gracias.
—Ahora sé que tú has estado siempre cerca de ella, y de mí,
también.
—Aún tienes mucho trabajo qué hacer. Pero recuerda, nunca
estarás solo, siempre estaré junto a ti cuando me necesites. Y
cuando tu hija diga que debes hacer algo con lo que no estás de
acuerdo, cede un poco, debemos saber escuchar a los demás.
—Te prometo que lo haré.
Las horas pasaron y la charla parecía no tener fin. El canto de
los gallos anunciaba que el amanecer se acercaba. La hora de la
despedida estaba próxima.
—Fidel, Celia, amores de mi vida, se me parte el corazón, pero
debo irme. Éste es el momento más hermoso de mi vida, bueno,
después de mi vida. Gracias por venir a verme. Tenerlos a los
39

