Page 44 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
P. 44

estaban abrazados con los rostros descompuestos y empapados en
            sudor en una esquina de la pequeña recámara. Encima de la cama,
            en el techo, un enorme agujero, similar a la entrada de un volcán
            activo, se había abierto. Se podía ver y sentir algo parecido a lava
            ardiente que parecía estar a punto de caer sobre la cama de los dos
            hermanos. De repente, una enorme extremidad parecida a un brazo
            cubierto de llagas en carne viva salía del orificio y trataba de atrapar
            a los hermanos Menchaca. El aterrador miembro terminaba en una
            especia de garra parecida a la de un buitre.

            La madre de los chicos, aún en shock, tomó un florero del altar que
            se encontraba sobre una frágil mesa de madera cerca de la puerta de
            la habitación y lo lanzó contra la diabólica extremidad que quería
            dañar a sus pequeños. El florero fue sujetado por el horrible brazo
            salido del infierno y comenzó a derretirse poco a poco ante los ojos
            de la madre y sus asustados hijos. Sin saber qué más hacer, la mujer
            recordó que en su última visita a la iglesia de la colonia había llenado
            un frasco de perfume vacío con agua bendita que pensaba usar para
            “limpiar” su negocio de tortas que se encontraba en problemas por
            las bajas ventas. María tomó el frasco que contenía el agua bendita y
            lo lanzó contra el engendro que tenía la intención de querer salir de
            esa apertura que parecía la entrada al infierno.


            El ser del averno tomó el frasco que estalló y de inmediato provocó
            más quemaduras en su extremidad. Un chillido gutural parecido
            a mil animales siendo sacrificados fue emitido por el engendro
            maligno que estaba a punto de descender sobre la cama de los dos
            hermanos.


            La horrible aberración retrocedió y el enorme agujero se cerró
            rápidamente quedando la recámara en completo silencio, siendo
            alumbrada sólo por la veladora del pequeño altar. María corrió y
            abrazó a sus hijos que temblaban sin control. Un fuerte olor a azufre
            se percibía en la habitación.


            Esa noche ninguno de los tres pudo dormir. El tiempo pasó y
            ninguno de ellos se atrevía a tocar el tema. En la mente de cada uno



            42
   39   40   41   42   43   44   45   46   47   48   49