Page 48 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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mínimo movimiento, mi mirada se quedó fija en la bodega que
            se veía tan lejana. Era tanto mi miedo que no quería voltear y ver
            aquello que estaba sentado a mi lado en el tractor. Con el rabillo del
            ojo derecho noté una figura femenina, tenía puesto algo blanco, mi
            mirada seguía puesta al frente, en esa bodega que estaba tan cerca,
            y a la vez tan lejos. La mujer acercó su mano y tocó la mía que aún
            estaba en la llave del encendido. Sentí como si una figura de hielo
            me hubiera tocado, el frío fue tan intenso que sentí que la carne se
            me chamuscaba por el contacto. Una fuerza invisible me forzaba a
            voltear para mirar al espectro que se encontraba junto a mí, cuando
            estaba a punto de mirarla de frente, cerré mis ojos con todas mis
            fuerzas y comencé a rezar de nuevo en voz alta. Mis plegarias eran
            tan fuertes que mi garganta me dolía. Un espantoso grito, junto con
            un tipo de fuerza invisible me lanzó fuera del tractor. Ya en el suelo,
            cubrí mis ojos con mis manos sin dejar de rezar, minutos después,
            al dejar de hacerlo, noté que todo estaba de nuevo en silencio.
            Temerosamente abrí mis ojos y noté que estaba completamente solo
            y el tractor estaba frente a mí, encendido. Pensé que todo lo había
            imaginado por el cansancio, hasta que un fuerte dolor en mi mano
            derecha me regreso a la realidad. Pude ver las marcas de dedos sobre
            ella, parecía como si hierro candente hubiera dejado esas marcas.


                —Estoy seguro que fue el cansancio, tío —comentó Toño con el
                  rostro pálido—. Debo irme, ya es tarde y tengo que levantarme
                  temprano para ir a trabajar. Gracias por esta deliciosa cena.
                  Buenas noches a todos. La próxima cena será en mi casa, ¿ok?


            Toño tomó camino a casa por la avenida principal, para su mala
            fortuna, el tráfico estaba terrible, así que decidió tomar un atajo que
            pasaba por el río del Toro y que le ahorraría tiempo de camino a
            casa. Ya había recorrido unos dos kilómetros cuando miró por el
            retrovisor y notó que nadie venía detrás de él, al ver la hora en su
            tablero se dio cuenta que ya pasaba de la media noche, de repente,
            el auto dejó de funcionar, todos los instrumentos eléctricos se
            apagaron quedando el auto detenido a la mitad de la angosta avenida.





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