Page 47 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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cerca de las siete de la noche a terminar de arar una parte del terreno
            faltante. El tiempo se fue bastante rápido, cuando vi mi reloj, ya eran
            casi las 10. Esa noche había luna llena, a pesar de no haber ningún
            tipo de luz artificial cerca de la zona, la luna funcionaba como una
            enorme bombilla blanca que pintaba todo de plata. Era una noche
            muy hermosa y tranquila.


            De repente, todo cambió; los árboles comenzaron a mecerse con
            un fuerte viento que surgió de la nada y, que al pasar entre ellos,
            provocaba un sonido parecido a una mezcla de chillidos de animales.
            Los diminutos vellos de mis brazos se erizaron y una corriente fría
            corrió por toda mi espina dorsal. Algo no estaba bien, algo muy
            malo estaba por suceder. Volteé para todos lados buscando la causa
            de mi temor, no había nada ni nadie a mi alrededor. Sentía una
            presencia maligna, algo que no había sentido jamás. Yo nunca fui
            muy creyente, de hecho, casi no iba a la iglesia los domingos, pero
            esa noche repetí el Padre Nuestro más de 20 veces.


            Ya me encontraba cerca de la bodega donde debía guardar el tractor.
            De repente creí escuchar un lamento parecido al de una mujer
            llorando, era un sollozo muy débil, apenas perceptible. Traté de
            buscar el lugar de origen de esos lamentos, volteaba para todos lados
            y no encontré nada. Presionaba el acelerador del vehículo tratando
            de ganar velocidad, pero la bodega parecía inalcanzable.


            Unos metros antes de llegar a la bodega el tractor se detuvo, todo
            dejo de funcionar en el vehículo, como si alguien le hubiera quitado
            toda su energía. Los faros del tractor que me servían de ojos en
            la oscuridad se habían ido, sólo la luz blanca de la luna me dejaba
            ver algunas sombras delante de mí. Al mismo tiempo que el motor
            del tractor moría, un silencio aterrador me rodeó. El viento cesó,
            y en su lugar un frío invernal se comenzó a sentir haciendo que
            un ligero vaho comenzara a salir de mi nariz y boca. Desesperado,
            intenté hacer funcionar de nuevo el tractor sin ningún resultado. De
            pronto, me quedé paralizado de miedo, sentí cómo una presencia
            se había sentado a mi lado en el tractor, no quería hacer ni el más




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