Page 40 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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—No participaré en este estúpido juego, por última vez te lo
repito, vámonos inmediatamente de aquí.
—Pregunta mi madre si te acuerdas de su primera salida juntos,
después de casarse; ¿a qué lugar fueron?
—No responderé a eso.
—Ella ya me lo contó. La invitaste a la Guelaguetza, en la ciudad
de Oaxaca. Fueron al centro y comieron tlayudas y mole
negro. Dice que fue un día maravilloso. De regreso, los agarró
una fuerte lluvia y llegaron empapados hasta los huesos. Tú
estuviste en cama con fiebre por una semana y, ella estuvo
junto a ti hasta que mejoraste.
—Tú no puedes saber eso, no habías nacido aún…
El rostro de Fidel cambió de repente; la ira que hasta hace unos
momentos lo consumía, cambio a una mueca de incredulidad y
estupor. Fidel cayó de rodillas junto a la tumba de Celia y se cubrió
el rostro con ambas manos.
—No puede ser…
—Es cierto, papá. Ella está aquí y quiere hablar contigo.
Celia se levantó y se acercó al perro de Juana, suavemente frotó los
ojos del animal para posteriormente acercarse a su padre y pasar sus
manos sobre los de él. Por unos instantes, Fidel no abrió los ojos, los
mantenía cerrados como mostrando cierto temor por lo que éstos
verían. Al abrir sus ojos, éstos comenzaron a llenarse de lágrimas.
Fidel intentó articular palabras, pero sólo sonidos guturales salían
de su garganta. Él hasta hace unos instantes hombre incrédulo, se
daba cuenta que las palabras se ahogaban en su garganta. El llanto
ya demasiado contenido emergió desde lo más profundo de su ser.
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