Page 28 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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vamos a pagar ofrenda en “la tierra amurallada”, Tetepantlico,
                  allí nos darán posada, después llegaremos “a donde se barre
                  el agua”, Auxpa, allí intercambiaremos algunas cosas por
                  semillas, cruzaremos el río Hueypoxtla y el gran Xicócoc. Y
                  finalmente Tula Xicocotitlan.


            No tenía idea a qué se refería, pero las imágenes eran muy claras.


               —Lo más importante es que nos mantengamos unidos. Pase lo
                  que pase, estaré orgulloso de ustedes.


            Y así emprendimos la segunda parte de nuestra marcha, dejamos
            atrás Acaxochitlán y luego Tollantzinco, para trasladarnos en busca
            del cerro de las Cuatro Puntas. Supimos que nos acercábamos
            porque el clima cambió de húmedo a un calor seco y la vegetación
            pasó de hojas verdes a cardones, magueyes, garambullos y arbustos
            espinosos.


            El cerro se fue descubriendo ante nosotros y una sensación extraña
            se apoderó del ambiente: ningún animal visible, un silencio total,
            como si alguien más nos observara. ¿Y si era verdad lo que nos había
            contado Siete Perros?


            La tarde estaba cayendo, logramos cruzar esas enormes puntas de
            piedra que se levantaban como lanzas apuntando al sol y comenzamos
            a descender entre las barrancas, más tranquilos y riendo, haciendo
            una que otra broma por el susto que nos había hecho pasar Siete
            Perros.

            De pronto, el tlameme que iba frente a mí cayó al barranco por el
            impacto de una roca en su espalda. Siete Perros me gritó que me
            agachara, volteé y una enorme mano intentó golpearme. Cuando
            recobré el aliento, alcancé a escuchar gritos de batalla y las flechas
            que los guerreros lanzaban.







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