Page 27 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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grandes hilanderos, tejedores, pintores, escultores, bien hechos,
y poseían conocimientos de las estrellas y de los ciclos agrícolas,
conocían del uso del nepohualtzintzin, “eran ciertamente sabios,
pues solían dialogar con su propio corazón.” 8
Aunque no todo eran maravillas, también practicaban la ofrenda de
sangre para su dios de la noche, el que todo lo ve. Siete Perros pidió
a los demás que abrieran sus bultos para que contempláramos los
tesoros para los dioses. Y así fue, cada uno mostró la valiosa carga
que llevaba: ámbar, tabaco, plumas preciosas, pieles, copal y más.
Después de tres días de descanso, Siete Perros elevó plegarias a las
fuerzas del cielo, al tiempo que nos barría el cuerpo con el humo del
copal, después sacó una piel sobre la que se encontraba bellamente
dibujada la ruta que seguiríamos.
—Estamos en Acaxochitlán, “donde florece el carrizo”, y
seguiremos rumbo a Tollantzinco, “la pequeña ciudad”, más
adelante se encuentra Teotlalpan, “la tierra de los dioses”, para
algunos, “la tierra de la muerte”. Para mí se puso serio y, sin
dejar de mirar las imágenes de la piel, continuó.
—Una vez que pasemos y entremos a “la tierra negra y fértil”,
Actopan, encontraremos el cerro de las Cuatro Puntas,
tendremos mucho cuidado al pasar, ya que en esa región
habitan seres de piedra y madera, con pies y manos enormes,
tan altos como los quiotes del maguey y tan fuertes como el
árbol del mezquite, les gusta la carne humana.
No le creí nada, pensé que sólo eran historias, y obviamente nadie
se atrevería a enfrentarlo, él no conocía el temor.
—Así que estén alertas, abran bien los ojos y los oídos. Luego
pasaremos por “la tierra de las aguas amargas”, Axocopan,
8 León–Portilla, M. (2016). Toltecáyotl: Aspectos de la cultura náhuatl. Fondo de
Cultura Económica.
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