Page 30 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
P. 30

misma madre, tu padre, mucho se esmera para cuidar bien de ti,
                  para amarte mucho más que yo te amo a ti, yo que soy tu madre”. 9

            Me despertaron los lamidos desesperados de kuilti en mi rostro.
            Sobreviví por el costal que cargaba, ya que me cubrió de las pesadas
            rocas. Salí como pude, mi cuerpo estaba todo mallugado. Con el
            trozo de piel en mano, me dispuse a buscar otro camino, no quería
            encontrarme con esos seres.


               —Conocía muy bien a los mangua. Antes de que continuara, me
                  tomé el tiempo de explicarle lo que había escuchado de ellos:

               —Algunos son tan grandes como los cerros que, si caen, jamás se
                  levantan.


            Han estado aquí mucho antes de que la madre luna fuera creada,
            habitan estas tierras por la poca lluvia que cae, pues sus ancestros
            fueros destruidos en el gran sol de agua, de ahí que les aterre la
            lluvia.

            Los encontraron porque estamos en temporada seca, cuando salen
            en busca de alimento a su paso destruyen nuestros pueblos, se llevan
            nuestra comida y a mujeres. A muchos les gusta embriagarse, aunque
            no a todos; otros nos han ayudado a construir presas para el agua,
            son talentosos alfareros, constructores y pintores, también nos han
            compartido su conocimiento sobre las plantas y los movimientos de
            las estrellas.

               —¡Le temen a la lluvia!, —exclamó Topiltzin con curiosidad.


               —Los dioses te han protegido, ya que nadie sobrevive al ataque
                  de los temibles mangua —advertí—. Ahora sí, continúa, te
                  escucho.




            9 Portilla, ML (1991). Huehuehtlahtolli. Fondo de Cultura Económica, México.



            28
   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34   35