Page 26 - Una vida dedicada a la enseñanza
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—María, dijo, sosteniendo el libro con cariño, esto era una joya
en mi juventud. Las historias que guarda son un tesoro y hay
una en particular, que siempre me ha fascinado.
Con curiosidad, María abrió el libro por la página marcada.
Margarita comenzó a narrar la leyenda de “La Llorona” en la versión
guanajuatense. Contó sobre la aparición de una mujer de blanco que
vagaba por las calles, llorando por sus hijos. Aunque la historia tenía
variantes en diferentes partes de México, la esencia del dolor y el
remordimiento de la mujer era universal.
Mientras escuchaba, María sintió un escalofrío. El mercado, con su
bullicio y colores, parecía desvanecerse a medida que se sumergía
en la narrativa. La Llorona, con sus gritos desgarradores, parecía
resonar en los rincones más oscuros de su mente.
Cuando la historia terminó, María quedó en silencio por un
momento. Las leyendas, –reflexionó, son una manera de entender
nuestra humanidad, nuestros miedos y esperanzas.
Margarita asintió. Son parte de nuestra identidad. Algunas nos
advierten, otras nos enseñan. Pero todas, de alguna manera, nos
conectan con nuestro pasado.
María adquirió el libro y decidió que sería su proyecto de verano. Se
dedicaría a escribir su propia versión de las leyendas, incorporando
los paisajes y personajes de Guanajuato. Era su forma de honrar la
rica tapeza cultural de la ciudad y, al mismo tiempo, descubrir más
sobre sí misma a través de estas antiguas narrativas.
A medida de que las tardes se volvían más cálidas y largas, María se
sentaba en el patio de su casa, bajo la sombra de un viejo árbol de
limón, con su libreta y el libro de leyendas a su lado. A menudo, se
perdía en su escritura, reimaginando las historias con personajes
contemporáneos y situaciones relatables para los jóvenes de su
edad.
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