Page 25 - Una vida dedicada a la enseñanza
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María, fascinada, imaginó a una joven Margarita, con su vestido
floreado y trenzas en el pelo, cantando con pasión y amor al lado de
su abuelo. Ese retrato mental la llenó de ternura y admiración.
Margarita continuó, —en esos tiempos, la música era una de las pocas
formas de entretenimiento que teníamos. No había televisión, pero
había comunidad, había conexión. La gente se conocía, se cuidaba y
compartía momentos juntos.
Ambas se quedaron reflexionando sobre cómo, a pesar de los
avances tecnológicos y las comodidades modernas, había ciertas
esencias que se perdían con el tiempo. María sintió una profunda
gratitud por esos momentos con su abuela, por las historias que le
contaba, y por la oportunidad de conectar con un pasado que, de
otra manera, podría haberse esfumado.
Esa noche, inspirada por las palabras de Margarita y el ambiente
nostálgico de la plaza, María escribió un relato sobre un amor
juvenil en esa misma plaza, entrelazando la realidad con su propia
imaginación. Al leerlo a Margarita, ambas compartieron lágrimas y
sonrisas, conscientes del poder de las palabras para mantener vivas
las memorias y las emociones.
Las semanas pasaban, María y Margarita compartieron más
aventuras por Guanajuato. El calor del verano se transformaba en
un aliado, llevándolas a lugares frescos como las profundidades de
las minas, donde aprendieron sobre la rica historia de la minería y
cómo había dado forma y prosperidad a la ciudad. En esas oscuras
cavernas, María se maravilló con las historias de valientes hombres
que arriesgaban sus vidas en busca de plata y oro.
Una tarde, mientras paseaban por el mercado local, Margarita se
detuvo frente a un puesto de libros antiguos. Pasó sus dedos con
delicadeza sobre las tapas desgastadas, deteniéndose en un libro en
particular. Era un viejo ejemplar de leyendas guanajuatenses.
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