Page 35 - Una vida dedicada a la enseñanza
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A continuación, narró la historia del Museo de las Momias, y cómo,
            debido a las condiciones únicas del suelo en Guanajuato, los cuerpos
            enterrados comenzaron a momificarse. Algunos estudiantes se
            estremecieron, otros  miraron  con asombro, pero  todos estaban
            inmersos en la historia.


            La  presentación  continuó  con  otras  leyendas,  y con  cada  relato,
            María tejía un tapiz de historias que reflejaban la rica tapeza cultural
            de Guanajuato. Al finalizar, el aula estalló en aplausos, y María, con
            lágrimas en los ojos, sabía que había logrado su objetivo.


            Después de la presentación, muchos estudiantes se acercaron para
            hacer preguntas, compartir sus propias historias o simplemente
            expresar su agradecimiento. María se sintió abrumada por el afecto
            y el interés que despertaron las leyendas.


            Mientras caminaba de regreso a casa con su abuela, María se sintió
            más conectada que nunca con su ciudad y su cultura. La experiencia
            la había transformado y había sembrado en ella la semilla de una
            idea: quería seguir compartiendo las historias de Guanajuato, no sólo
            como cuentos del pasado, sino como lecciones vivas que podrían
            inspirar y educar a las futuras generaciones. Aunque aún no lo sabía,
            éste sería el comienzo de su viaje para convertirse en maestra.


            Mientras la noche caía sobre Guanajuato, María y su abuela Margarita
            caminaban lentamente por las calles empedradas. El aire fresco del
            atardecer jugaba con los mechones de cabello de María, y la ciudad
            se iluminaba con luces cálidas que emanaban de las casas y tiendas.

            Margarita, con su paso firme a pesar de los años, llevó a María hacia
            uno de los muchos callejones de la ciudad. Éste, en particular, tenía
            un significado especial para ella. —Aquí, cuando era niña, solía jugar
            con mis amigos, –comenzó Margarita, no había tantos turistas en
            ese entonces, y este callejón era nuestro pequeño refugio.







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